El punto de partida de la maturana tinta se localiza en Navarrete; de hecho, durante un tiempo, a esta variedad se le llamó Navarreteña; pero esta uva ya se ha dado a conocer en toda la DOCa Rioja y está cada vez más presente en los vinos de alta gama.
Cuando habla de la maturana tinta y de Navarrete, a Elena Corzana se le iluminan los ojos. Es un binomio indisoluble para ella, porque habla de su pueblo y de la variedad de uva que se descubrió en él a principios de los años noventa. «Mi proyecto se basa por completo en la maturana de Navarrete», dice con orgullo esta ‘todoterreno’ de la viña y el vino. Ingeniera agrícola, enóloga, sumiller y viticultora, se ha recorrido los cinco continentes –ha vendimiado en Francia, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica o Chile y ha dirigido catas en China, Rusia o Estados Unidos– pero ahora está centrada en sus dos pasiones: «Mi pueblo y su uva».
Porque allí, en Navarrete, empezó todo. La vida de Elena, después el descubrimiento de la maturana y, por último, el nuevo proyecto empresarial de esta bodeguera. Aunque en 2014 ya había plantado esa variedad por aquello de que «era de aquí», pero también porque «estaba adaptada al terroir», a los suelos arcillosos y ferrosos de la zona. En 2016 Corzana hizo la primera vinificación, en 2019 ya se asentó en casa con su pequeña explotación –controla dos hectáreas entre viñedo propio y de terceros– y sigue dando pasos porque en este 2024 también está elaborando blancos con maturana; en total, incluyendo también tempranillo, trabaja con unos 5.000 kilos de uva.
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