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 Nací entre viñas: el vino es mi forma de vida

la historia de Elena Corzana

Hay cosas que se eligen y otras que, sencillamente, te eligen. A mí el vino me eligió.

Nací en Navarrete, en el corazón de La Rioja, rodeada de viñedos y de un lenguaje que se habla con las manos manchadas de tierra. En mi familia, la viticultura no era una profesión, era forma de vida. Aprendí a amar el campo de la mano de mi abuelo Agapito, observando cómo hablaba con las cepas sin decir palabra. Desde niña, pasaba horas explorando los viñedos, oliendo la madera de las barricas, escuchando cómo fermentaba el mosto. Así empezó todo.

El viaje de ida y vuelta: del mundo a mi tierra

Podría haberme quedado en La Rioja, pero la curiosidad me llevó lejos. Mi pasión por el vino me impulsó a formarme como enóloga y sumiller, y después a recorrer el mundo para entender qué hay detrás de un gran vino. He trabajado en bodegas de Chile, Sudáfrica y otros rincones donde el vino se vive con la misma intensidad, pero desde otras perspectivas.

Esos años fuera me enseñaron a mirar de otra forma. Descubrí terroirs extremos, técnicas ancestrales, formas de trabajo que hoy inspiran mi manera de hacer las cosas. Pero sobre todo, entendí que mi sitio estaba aquí: en la tierra que me vio crecer, con las manos en la viña y los pies en el barro.

Volví a casa con una idea clara: quería hacer vino a mi manera. Sin atajos. Sin pedir permiso.

Una cuadra de vacas, una revolución silenciosa

Transformé una antigua cuadra de vacas en mi bodega en Navarrete. Pequeña, sí, pero con alma. Un refugio donde tradición e innovación se dan la mano, donde cada botella se elabora con tiempo, respeto y conciencia. Aquí nada se industrializa. Todo se siente.

Trabajo con una producción anual que no supera las 5000 botellas. No busco hacer más. Busco hacer mejor. Cada vino nace de una escucha profunda a la tierra, de una interpretación del paisaje, del clima, del momento. Son vinos que cuentan historias, no cifras.

Rioja artesana, Rioja femenina

Mi vino es gastronómico, con carácter y autenticidad. Pero también es una declaración: de amor por el oficio, de compromiso con el territorio, y de reivindicación como mujer en un sector que aún necesita abrir los ojos.

No quiero huecos simbólicos. Quiero presencia real, respeto por el trabajo bien hecho, visibilidad para tantas mujeres que estamos haciendo vino con mayúsculas. El futuro del vino será más plural, más diverso, más honesto. Y quiero formar parte de esa transformación.

La historia continúa… en cada copa

Hoy, cada vez que alguien prueba uno de mis vinos, está bebiendo mucho más que uva fermentada. Está bebiendo historia familiar, terroir, intuición, saber acumulado y pasión por el detalle.
Está bebiendo lo que soy. Lo que elegí ser.

“No elegí el vino. El vino me eligió a mí. Y me encontró justo donde debía estar: con las manos en la tierra y el corazón puesto en cada botella.”


¿Te gustaría conocer el proyecto más de cerca?
Visita mi bodega en Navarrete, cata conmigo, escucha las historias que nacen entre barricas y siente lo que significa hacer vino con las manos y con el alma.
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